Instantes finales XIX: El Escritor
Ahora que espero la muerte, que ningún interés mundano me obliga a fingir, que nadie puede acallar la verdad, escribo estos últimos pensamientos, estas mis últimas palabras destinadas a quien quiera y pueda leerme.
Se que a lo largo de mi intensa vida he cometido muchos crímenes; he mentido, he delatado, me he sometido a los que ostentan el poder. No he sido fiel a mis principios, ni me he arrepentido de ello, pecado aún más grave que el primero, peor en este último aliento que trato de acusar públicamente a aquellos que me llevaron a esta celda, a los que me llevarán mañana a la muerte, aquellos que con las armas en sus manos se imponen a los que no las queremos usar, aquellos que sólo piensan en su propio bienestar sin preocuparles los que estamos bajo sus alas, aquellos que se nombran a si mismos defensores de la Justicia.
No lamento mis días de fama y riqueza, pero sí me maldigo por haberme arrodillado ante tanto brillo, y siento la desesperada necesidad de tachar todo cuanto he hecho con esta última carta, y también deseo que esto pueda mover a los hombres a rebelarse contra la tiranía, y que consigan derribar uno tras otro los pilares de este absurdo presente, para construir un futuro sin hambre, sin muerte, sin oro, sin llanto, sin miedo. Cantaría alegre si supiera que una sola persona ha leído mi ruego, aunque fuese uno de mis carceleros, o de mis verdugos, porque sé que conseguiría atravesar su concha y llegar hasta su humanidad, por muy bien enterrada que la tuviese.
Yo fui un afamado escritor leído por multitudes, pero mi gran error fue escribir lo que me dictaban los poderosos. Poema tras poema, libro tras libro, le contaba al pueblo mentiras sobre lo que realmente ocurría en nuestro país. Así, aún sabiendo la injusticia reinante, hablaba de lo buenas que eran las leyes, y tantas otras cosas que veía, las contaba al revés de como eran realmente. Esta fue la clave de mi fama, y mi pecado, no haber utilizado esta fama para abrir los ojos al pueblo e incitarlo a la revolución.
Fui condenado por unos textos que catalogaron de inmorales, y ahora me maldigo al no haber sido condenado por algo que hubiese valido la pena. Me entristece que este último intento no tenga posibilidades de éxito y sé que si lo hubiese escrito antes, en el auge de mi éxito, habría levantado a los oprimidos, pero dudo que nadie crea ahora en mis palabras, si las llegase a leer. Sirva mi inminente muerte como prueba de mi sinceridad y sirva también como espuela para aquel que me lea.
Ruego a Dios y a los hombres de corazón que me perdonen, y ruego también para que estas palabras lleguen a alguien. Hasta pronto.
Se que a lo largo de mi intensa vida he cometido muchos crímenes; he mentido, he delatado, me he sometido a los que ostentan el poder. No he sido fiel a mis principios, ni me he arrepentido de ello, pecado aún más grave que el primero, peor en este último aliento que trato de acusar públicamente a aquellos que me llevaron a esta celda, a los que me llevarán mañana a la muerte, aquellos que con las armas en sus manos se imponen a los que no las queremos usar, aquellos que sólo piensan en su propio bienestar sin preocuparles los que estamos bajo sus alas, aquellos que se nombran a si mismos defensores de la Justicia.
No lamento mis días de fama y riqueza, pero sí me maldigo por haberme arrodillado ante tanto brillo, y siento la desesperada necesidad de tachar todo cuanto he hecho con esta última carta, y también deseo que esto pueda mover a los hombres a rebelarse contra la tiranía, y que consigan derribar uno tras otro los pilares de este absurdo presente, para construir un futuro sin hambre, sin muerte, sin oro, sin llanto, sin miedo. Cantaría alegre si supiera que una sola persona ha leído mi ruego, aunque fuese uno de mis carceleros, o de mis verdugos, porque sé que conseguiría atravesar su concha y llegar hasta su humanidad, por muy bien enterrada que la tuviese.
Yo fui un afamado escritor leído por multitudes, pero mi gran error fue escribir lo que me dictaban los poderosos. Poema tras poema, libro tras libro, le contaba al pueblo mentiras sobre lo que realmente ocurría en nuestro país. Así, aún sabiendo la injusticia reinante, hablaba de lo buenas que eran las leyes, y tantas otras cosas que veía, las contaba al revés de como eran realmente. Esta fue la clave de mi fama, y mi pecado, no haber utilizado esta fama para abrir los ojos al pueblo e incitarlo a la revolución.
Fui condenado por unos textos que catalogaron de inmorales, y ahora me maldigo al no haber sido condenado por algo que hubiese valido la pena. Me entristece que este último intento no tenga posibilidades de éxito y sé que si lo hubiese escrito antes, en el auge de mi éxito, habría levantado a los oprimidos, pero dudo que nadie crea ahora en mis palabras, si las llegase a leer. Sirva mi inminente muerte como prueba de mi sinceridad y sirva también como espuela para aquel que me lea.
Ruego a Dios y a los hombres de corazón que me perdonen, y ruego también para que estas palabras lleguen a alguien. Hasta pronto.
Etiquetas: instantes finales, relatos
6 Comments:
¿Es ficción...?
Entiendo esas palabras, duelen, porque es un reflejo de la gran mayoría.
La masa tan ocupada en pagar sus hipotecas... solo se miran su propio ombligo para acomodarlo mejor que el de su vecino.
¡Escritores, poetas, pintores, artistas y artesanos!, desde vuestra posición privilegiada podeis encender la chispa de la revolución que muchos esperamos, la revolución de la conciencia. Yo estoy en ello....
El problema es que el éxito llega si y sólo si sigues los dictados de otros. Es una carta que podría suscribir casi todos los que de una u otra forma alcanzaron el éxito.
Joder, sólo por la frase de cabecera te desvirgo "votísticamente" hablando en los 20 blogs.
Salud
Jo... me dejas un pelin tristona.
Yo creo que lo importante es perdonarse a si mismo, pero ese es el mas difícil de los perdones.
Pero ya sabes que yo soy una destrozacuentos, siempre los entiendo alrevés, ¿aprendere un dia a callar?.
Un beso hermano...
Convocatoria-web este sábado 27 sin restricciones de horario:
Ciber-happening
en la blogosfera
para invitados virtuales
y transeúntes diversos
(SE SUGIERE VESTIMENTA CONFORTABLE. LA HIDRATACIÓN CORRE A CARGO DE CADA QUIEN. ADVERTIMOS QUE DENTRO DEL ASCENSOR NO HAY COBERTURA CELULAR NI, OBVIAMENTE, INSTALACIONES SANITARIAS)
Joer, mola mucho. Es cierto que al final de algo uno siempre se arrepiente de cosas. Imagino que al final de la vida esta sensación se elevará al infinito.
Hoy he leido una cita en un blog, por ahi:
"Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra pronunciada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida."
Proverbio Chino
En cierto modo viene bastante a cuento, verdad?
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