Instantes finales VI. El borracho.
Vagaba campeando el borracho de taberna en taberna, tratando como siempre de cazar algún sorbo de vino olvidado en cualquier jarra. A esas horas, trataba de atisbar algún montón de paja donde pasar el resto de la noche, aunque solía ocurrir que en el preciso instante en que localizaba su cama, el olor a bilis le indicaba la entrada de algún tugurio, y se olvidaba de la soporífera idea.
Acababa de entrar en uno de estos santuarios cuando, en su rutinario primer contacto, -siempre al entrar encogía los ojos y observaba uno a uno a cada bebedor y sus jarras, sólo después atravesaba el umbral-, encontró una cara conocida, aunque en su embriaguez no recordaba a qué momento de su vida pertenecía. Como en estos casos hacía siempre, se fue hacia el dueño de aquel rostro y, el alcohol obraba por él, comenzó a hablar y a beber de la jarra que estaba en la mesa. Entonces ocurrió el milagro. Aquel conocido pidió otra jarra y dejó hablar al alcohólico sin abrir la boca. Esto le sirvió de mecha al adiestrado bebedor, y agudizó todo su arte en la plática para poder beberse unas jarras más, siempre pagadas por el paciente público. Y habló, habló, habló y habló. Dio su opinión a cerca del dinero, expuso su postura frente al Rey de aquel país, recitó varios poemas, que siempre acababa de componer, en fin, habló.
Era increíble lo que aquel hombre soportaba, el borracho no creía lo que le estaba ocurriendo, era la primera vez que alguien le pagaba tantas jarras sólo por oír su añeja conversación. Sólo comprendió cuando el familiar desconocido se levantó y pagó la deuda. Fue la primera vez que habló con él. Le preguntó: "¿No recuerdas de qué me conoces?". El borracho estaba demasiado bebido como para razonar y negó expresivamente con la cabeza. Entonces, aquel hombre sacó un enorme cuchillo, lo clavó en la barriga del borracho, y lo zarandeó como buscando algo en sus entrañas.
El borracho calló de rodillas sin enterarse bien de lo que acababa de pasar y miró extrañado y asustado a su verdugo, que guardando el cuchillo abandonó el lugar murmurando: "Pues es una lástima que no sepas quién te ha matado, ni por qué".
Acababa de entrar en uno de estos santuarios cuando, en su rutinario primer contacto, -siempre al entrar encogía los ojos y observaba uno a uno a cada bebedor y sus jarras, sólo después atravesaba el umbral-, encontró una cara conocida, aunque en su embriaguez no recordaba a qué momento de su vida pertenecía. Como en estos casos hacía siempre, se fue hacia el dueño de aquel rostro y, el alcohol obraba por él, comenzó a hablar y a beber de la jarra que estaba en la mesa. Entonces ocurrió el milagro. Aquel conocido pidió otra jarra y dejó hablar al alcohólico sin abrir la boca. Esto le sirvió de mecha al adiestrado bebedor, y agudizó todo su arte en la plática para poder beberse unas jarras más, siempre pagadas por el paciente público. Y habló, habló, habló y habló. Dio su opinión a cerca del dinero, expuso su postura frente al Rey de aquel país, recitó varios poemas, que siempre acababa de componer, en fin, habló.
Era increíble lo que aquel hombre soportaba, el borracho no creía lo que le estaba ocurriendo, era la primera vez que alguien le pagaba tantas jarras sólo por oír su añeja conversación. Sólo comprendió cuando el familiar desconocido se levantó y pagó la deuda. Fue la primera vez que habló con él. Le preguntó: "¿No recuerdas de qué me conoces?". El borracho estaba demasiado bebido como para razonar y negó expresivamente con la cabeza. Entonces, aquel hombre sacó un enorme cuchillo, lo clavó en la barriga del borracho, y lo zarandeó como buscando algo en sus entrañas.
El borracho calló de rodillas sin enterarse bien de lo que acababa de pasar y miró extrañado y asustado a su verdugo, que guardando el cuchillo abandonó el lugar murmurando: "Pues es una lástima que no sepas quién te ha matado, ni por qué".
2 Comments:
vaya desperdicio de vino... para que darle más si ya no encontraba las paredes? o es que se sintió ofendido por las palabras del borracho? sería el REy?
BLOG AND ROLL
¡¡ Ostras que susto !!!.
A este señor no le enseñó su madre a no coger caramelos de desconocidos.
Perder la noción de la realidad, y el dominio de tu cuerpo y mente es peligroso.
Saludos.
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