Instantes finales IV: El curioso
El Curioso, así le gustaba llamarse. Sí. Curiosidad, esa era la palabra clave que resumía su existencia, desde niño ya sus padres sufrieron su ansia por aprender. Su meta era saberlo todo, y solía acometer su empresa como un buen estratega. Escogía un tema y lo desentrañaba lenta pero inexorablemente hasta llegar a los límites de lo conocido. No era el típico aprendiz de todo, no, cuando hablaba sobre cualquier tema, era la eminencia, el sabio.
Este don, por llamarlo de alguna forma, le trajo la fatalidad una tarde, en una de esas tertulias, o mejor dicho, sus discursos. El caso es que de entre los oyentes surgió un maligno orador que preguntó al Curioso, - ¿Qué puedes decirme sobre la muerte?, ¿no crees que ciertas cosas sólo pueden probarse mediante la fe? -. El Curioso quedó callado, no pudo responder ante un tema sobre el cual sólo tenía como referencia los cuerpos muertos que había podido observar a lo largo de su vida, o los sentimientos que había podido causarle alguna que otra muerte, pero todo superficial. El hecho de quedar callado no fue importante, lo grave fue sembrar la semilla del interés hacia un tema desconocido.
A partir de aquel día, el Curioso comenzó a introducirse de lleno en el estudio de todo lo relacionado con la muerte. Decenas de cadáveres pasaron por sus manos, cientos de teorías, discursos de entendidos, todo lo imaginable. Pero el Curioso se dio cuenta de que aquello era sólo físico. Se podrían saber todas las reacciones que acontecen para que ocurra la muerte, pero no sabría lo que realmente sentiría un ser cualquiera en el momento de su muerte, hasta que él mismo muriera.
Su propia curiosidad le llevó un día a beber un veneno cualquiera, únicamente para saberlo todo sobre la muerte. Sabía que ese sería el final de su búsqueda del saber absoluto, pero en realidad no había conseguido nada, ni lo conseguiría así viviera mil años.
Al principio se sintió borracho, cierto mareo y un nerviosismo especialmente desagradable. Su corazón sin embargo, latía cada vez mas despacio. En cierto momento, su sentido del equilibrio comenzó a fallar, lo que le obligó a tumbarse en el suelo. Poco a poco su visión comenzaba a distorsionar las formas y los colores de aquello que veía, y a la vez disminuía la respiración. Esta sensación aumentaba paulatinamente, provocándole cierta angustia. Cuando trató de moverse observó como su cuerpo había quedado rígido, como si fuera de barro. No podía siquiera cerrar los ojos. En poco tiempo la visión era un torbellino de colores, y la respiración faltó. En ese momento una increíble paz dominó su cuerpo, y quedamente era consciente de que estaba muriendo, ese era el momento exacto de la muerte. Podían ser uno o dos segundos, aunque a él se le antojaran eternos. Ante la falta de oxígeno se limitó a disfrutar del momento sin tratar de luchar, cosa imposible por otra parte ya que su rigidez lo impedía.
En este tránsito tuvo un solo sentimiento desagradable. Podría llamarse tristeza, también añoranza, o despedida. Podría denominarse dolor. De todas formas, hubo un sentir que prevaleció sobre todos los demás, curiosidad...
Este don, por llamarlo de alguna forma, le trajo la fatalidad una tarde, en una de esas tertulias, o mejor dicho, sus discursos. El caso es que de entre los oyentes surgió un maligno orador que preguntó al Curioso, - ¿Qué puedes decirme sobre la muerte?, ¿no crees que ciertas cosas sólo pueden probarse mediante la fe? -. El Curioso quedó callado, no pudo responder ante un tema sobre el cual sólo tenía como referencia los cuerpos muertos que había podido observar a lo largo de su vida, o los sentimientos que había podido causarle alguna que otra muerte, pero todo superficial. El hecho de quedar callado no fue importante, lo grave fue sembrar la semilla del interés hacia un tema desconocido.
A partir de aquel día, el Curioso comenzó a introducirse de lleno en el estudio de todo lo relacionado con la muerte. Decenas de cadáveres pasaron por sus manos, cientos de teorías, discursos de entendidos, todo lo imaginable. Pero el Curioso se dio cuenta de que aquello era sólo físico. Se podrían saber todas las reacciones que acontecen para que ocurra la muerte, pero no sabría lo que realmente sentiría un ser cualquiera en el momento de su muerte, hasta que él mismo muriera.
Su propia curiosidad le llevó un día a beber un veneno cualquiera, únicamente para saberlo todo sobre la muerte. Sabía que ese sería el final de su búsqueda del saber absoluto, pero en realidad no había conseguido nada, ni lo conseguiría así viviera mil años.
Al principio se sintió borracho, cierto mareo y un nerviosismo especialmente desagradable. Su corazón sin embargo, latía cada vez mas despacio. En cierto momento, su sentido del equilibrio comenzó a fallar, lo que le obligó a tumbarse en el suelo. Poco a poco su visión comenzaba a distorsionar las formas y los colores de aquello que veía, y a la vez disminuía la respiración. Esta sensación aumentaba paulatinamente, provocándole cierta angustia. Cuando trató de moverse observó como su cuerpo había quedado rígido, como si fuera de barro. No podía siquiera cerrar los ojos. En poco tiempo la visión era un torbellino de colores, y la respiración faltó. En ese momento una increíble paz dominó su cuerpo, y quedamente era consciente de que estaba muriendo, ese era el momento exacto de la muerte. Podían ser uno o dos segundos, aunque a él se le antojaran eternos. Ante la falta de oxígeno se limitó a disfrutar del momento sin tratar de luchar, cosa imposible por otra parte ya que su rigidez lo impedía.
En este tránsito tuvo un solo sentimiento desagradable. Podría llamarse tristeza, también añoranza, o despedida. Podría denominarse dolor. De todas formas, hubo un sentir que prevaleció sobre todos los demás, curiosidad...
10 Comments:
Que curioso... A veces la curiosidad nos mata... Y la curiosidad mato al gato... Que gran verdad querido hermano... Realmente impresionada me ha dejado tu post por cosas que van y vienen por esta cabecita que no deja de centrifugar...
Gracias por elevar dos metros más el Globo en mi honor.. Todo un detalle... Me pareció verte pasar desde mi trabajo pero ibas tan alto que no te diferencié bien...
Muchos besos...
Hay cosas que el hombre no puede saber hasta que le llegan... la curiosidad es positiva como todo, en su justa medida!!
Muy buen post como siempre!!me hace pensar y desarrollar conclusiones personales que te escribo aqui.
Un abrazo!!
¿Y si leyerais un relato y no buscarais una intencionalidad?, ¿y si tomarais un relato por lo que es?. No hay segunda intención. Sólo hay un relato...disfrutadlo.
Yo he leido el relato.
Y me quedo con... aprendiz de mucho , maestro de nada.
Eso es lo que soy yo, maestra de nada.
Saludos.
Nadie le busca una intencionalidad creo yo, solo que las personas pensamos al leer y desarrollamos una teoria personal, una moraleja, lo mas normal!!
Bueno, la verdad es que soy un poco cascarrabias, pero cuando escribo algo, hay veces que no persigo una intencionalidad, sólo trato de situarme en cierto punto de vista (sea o no de mi agrado). Es como un método Stanislavsky (no sé como se escribe y no me apetece buscarlo), pero literario. Podría decirse que es como un juego donde asumes un papel.
Curioso relato... si señor... curioso
Para seguir cabreando al Hermano... ¡Qué bien se vive en la ignorancia!
FDO: Yusilios desde clase... a ver si aprendo algo! :-D
Me gusta la moderación y sensatez de tus comentarios políticos en el blog de pepe blanco. Deberías abrir un blog político para los que disfrutamos con la política (y uno disfruta cuando no sabe hoy lo que va a votar mañana, es decir, cuando no se pone etiquetas)Mi blog no llega a tanto, no tengo el talento mínimo para hablar de política con mayúsculas por eso lo enfoco en clave de humor. Piénsatelo
Bueno, lo que pasa es que últimamente me aburre un poco hablar de política, puede que sea debido a que los ideales están un poco más marcados de lo que creo conveniente. A mi entender, una buena discusión se basa en la exposición de los razonamientos por los que cada uno tiene una opinión y de los razonamientos para rebatir otras opiniones, en caso de no convencernos. Así, al final aprendemos y enseñamos. Si el intercambio no es mutuo, entonces es aburrido.
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