Ausencia
Es difícil definir el vacio, la ausencia, el hueco. En un principio no lo notas, no eres consciente de la pérdida, luego, poco a poco notas como algo no encaja en tu existencia. Ya no puedes decirle lo bien que le ha ido a tu hijo, su nieto, en su primer día de colegio. No puedes comentarle tus progresos en el trabajo para que pueda enorgullecerse. No puedes hablarle a cerca de eso que te preocupa, a ver si puede aconsejarte. No puedes simplemente visitarlo para saludarlo, para preguntarle qué tal sigue, para verlo. No puedes porque no está. No está y nunca volverá a estar, y caes en la cuenta que no podrás volver a verlo, a hablarle, a besarle.
Recuerdo cuando me iba al colegio, él me llamaba antes de salir de casa y me daba un trocito de pan mojado en el huevo frito que desayunaba, ¡qué rico estaba! También recuerdo que cada vez que íbamos de viaje yo quería siempre sentarme a su lado en el coche, aunque no siempre lo lograba. Recuerdo su humor, sus chistes, sus bromas. También recuerdos sus enfados y sus broncas, que con el paso del tiempo tengo que reconocer que tenía su razón.
Lo recuerdo como padre y lo recuerdo como amigo.
Y comienzo a echarlo de menos.
Recuerdo cuando me iba al colegio, él me llamaba antes de salir de casa y me daba un trocito de pan mojado en el huevo frito que desayunaba, ¡qué rico estaba! También recuerdo que cada vez que íbamos de viaje yo quería siempre sentarme a su lado en el coche, aunque no siempre lo lograba. Recuerdo su humor, sus chistes, sus bromas. También recuerdos sus enfados y sus broncas, que con el paso del tiempo tengo que reconocer que tenía su razón.
Lo recuerdo como padre y lo recuerdo como amigo.
Y comienzo a echarlo de menos.
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